Ahora que nadie nos oye te contaré que no es oro todo lo que reluce, que relucen muchas cosas que no son oro, ni plata, ni bronce.

Ahora que nadie nos oye te contaré que hay mucho falso gurú, que promete imposibles y que garantiza falsos éxitos.

Que no funcionan los atajos, ni los giros rápidos. Que no se cambia de la noche al día, que todo lleva su tiempo.

Ahora que nadie nos oye te diré que la marca personal no hace milagros, que es un proyecto de largo recorrido, y que tiene mucho de tontería. Que no basta un vídeo, ni speech motivador, ni mirarse hacia dentro y pensar “tengo marca”.

Que todos tenemos marca, que muchos lo saben y otros no. Que no es sinónimo de triunfo, y que no es ni tan sencillo ni tan complicado.

Ahora que nadie nos oye te diré que hay que dosificar el tiempo, que la visibilidad pude ser importante para unos, pero no para todos. Que las redes sociales se llaman redes porque atrapan, y que vivimos pendientes de un like para sentirnos más felices, y que esto es una gran tontería que genera infelicidades.

Que la felicidad es un estado emocional cambiante, y que uno es feliz si aprende a disfrutar lo que tiene y no a desear lo que no tiene.

Que tener aspiraciones es el motor de nuestra vida, la palanca para mover nuestro mundo, pero si no haces nada por ellas sólo son sueños y alucinaciones.

Que existe la marca personal en pequeños entornos, que no tienes por qué compararte con los mejores, ni darte a conocer al mundo si esa no es tu meta.

Ahora que nadie nos oye te diré que no hay mejores ni peores, sino diferentes, porque la diferencia es parte de nuestra esencia natural. Que compararse o querer ser como alguien es fuente de insatisfacción permanente.

Que cada uno tenemos una visión de las cosas, y todas pueden ser válidas.

Que tienes que dosificar esfuerzos, y tener claras las metas, porque no hay camino para el que no sabe a dónde va.

Ahora que nadie nos oye te contaré que no te creas todo lo que lees.