El buenrollismo en la gestión de personas

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Toxicidad y egocentrismo

Si algo caracteriza a un ambiente tóxico en cualquier tipo de organización, sea cual sea su origen y entorno, es el egocentrismo del jefe que le lleva a justificar su actitud y a buscar falsas explicaciones a su estilo de dirección. Leyeron a Covey pero no entendieron nada.

“Las tonterías de Covey, el buenrollismo y eso de colocar a tus empleados en el centro de la empresa es una chorrada que te puede llevar a la ruina”. Esta reflexión es habitual entre los jefes tóxicos y es un primer síntoma, aunque no se corresponda con lo que ellos mismos afirman en público y en privado.

Algunos jefes mantienen, de cara a la galería, la admiración por las recetas mágicas en la gestión de personas y del propio yo, pero los infiernos y rivalidades en la mente de ese jefe tóxico enturbian su función y su responsabilidad en la organización, lo que hace que esas utopías carezcan de valor ante los demás.

La eterna lucha entre la necesidad y la aspiración, entre lo real y lo ideal, genera un problema de convivencia mental en muchos de nuestros jefes que les provoca  cambios de actitud difícilmente comprensibles para las personas que le rodean.

Las tonterías de la gestión del talento

En sus reflexiones internas concluyen que las políticas de recursos humanos no están hechas para su empresa o su equipo. Demasiada presión diaria para perder el tiempo en las tonterías de la gestión del talento y del buen ambiente laboral.

Lo cierto es que a la mayoría de estos jefes les importa muy poco el liderazgo ¿Por qué? Pues porque supone invertir tiempo, supone confiar en la gente, ayudar, tener paciencia, comprender… y eso, a priori, no siempre son buenas recomendaciones para conseguir el objetivo de la forma más directa y rápida posible.

Muchos de estos jefes vienen de prestigiosas escuelas de negocio, tienen máster y MBA. Saben perfectamente lo que es ser un buen líder y conocen las mejores técnicas de gestión de recursos y personas. Conocen las diferencias entre jefe y líder, la gestión de equipos, la motivación y todo ese manual que recoge las buenas prácticas, los principios  éticos y la productividad. También poseen algunas cualidades positivas y a veces hasta se plantean aplicarlo, pero no han entendido nada.

El difícil equilibrio

Porque a su manera el jefe tóxico no es un jefe cualquiera; tiene una formación cualificada, domina habilidades personales y sociales, y practica con cierto éxito los recursos de la persuasión y la gestión del poder. Aun así, en mi opinión, comete graves errores sobre su capacidad porque al realizar una mala interpretación de algunas de ellas, porque hay una mente retorcida e infantil detrás de él que confunde conceptos, no comprende su aplicación y los filtra a través de un egocentrismo radical.

Existe también una falta de equilibrio entre sus habilidades positivas y sus debilidades, mantiene un alto nivel en algunas competencias directivas como dirigir, organizar, planificar y controlar frente a un mínimo en aquellas más centradas en la gestión de personas entre las que se encuentran comunicar, motivar, gestionar equipos o implicar. Esta descompensación provoca que las habilidades negativas terminen neutralizando a las positivas e imponiéndose a ellas.

Porque son tóxicos pero poseen algunas cualidades de liderazgo.

Más sobre el líder tóxico aquí

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