Entre ideas y contradicciones
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Lo aceptado frente a lo conveniente
El confinamiento me ha ayudado a ordenar ideas, o eso pensaba. Me puse a ello, un montón de reflexiones en orden, y después a trabajar sobre sus contradicciones. No se salvaba ni una.
La corriente bienpensante de lo políticamente correcto a lo políticamente único. Lo cierto frente a lo falso, lo aceptado frente a lo conveniente. Una contradicción tras otra cuya única solución ha sido un enfrentamiento dialéctico en forma de conversación con alguien sin ataduras. Y así ha surgido Mis conversaciones con Krizn.
El hombre que sabe
El ser humano ha ido diferenciándose de forma progresiva del resto de animales confiando en la capacidad en su intelecto (a través del lenguaje, la habilidad manual, el pensamiento y la voluntad) y la conciencia de su propia existencia. Así ha sucedido.
Y como consecuencia de nuestra capacidad de reflexión y la facultad de decisión aparece el libre albedrío: podemos decidir. Oh, es perfecto.
Pude parecer un rollo, pero es un buen punto de partida para esta serie de reflexiones sobre las que acabo de escribir, con una alta dosis de curiosidad. El hombre, el sentido de la vida y las tonterías de la modernidad.
Según Chardin solo el hombre sabe que sabe, solo él tiene la facultad de decidir por encima de sus instintos y formular juicios sobre la bondad o maldad de sus actos y decisiones. Pero la bondad y la maldad a veces están en una delgada frontera, sujeta por un lado a la moral tradicional, lo colectivo, y por otro a la propia conciencia, lo individual.
Y cuando nos encontramos en un estado como el de ahora -la vida en el miedo y la incertidumbre, entre temores y restricciones- más confusa se vuelve esa frontera.
Séneca dijo que la inteligencia es el único bien del hombre, pero también hizo énfasis en que puede utilizarla para su propia superación y grandeza o para su degradación. Ahí queda.
Personalidad e influencia
Apoyados en esa capacidad de inteligencia y conciencia, a través de actos voluntarios, vamos desarrollando una personalidad independiente en nuestra forma de interpretar del mundo, y estructurándolo a través de nuestro carácter y el propio sentido personal de la justicia y de la ética. O al menos esa era la idea.
Pero lo que en realidad ejerce un poder de influencia sobre nosotros es la familia y el grupo, la tribu en la que convivimos. Con ellos aprenderemos a enfrentarnos con el más grande problema de la humanidad y motor de nuestra existencia: la escasez, la necesidad y también el deseo de poseer. Es lo que lo mueve todo para bien y para mal.
La escasez, abierta ahora de cuajo, y el deseo de lo que ahora no puedes conseguir, provocan comportamientos, a veces imprevistos, que pueden alterar nuestra propia estructura moral y contradecir principios como el egoísmo, tan maldecido como genético, la maldad, innata según muchos filósofos y científicos, e incluso la pérdida de la dignidad. ¿Nos hemos de sentir mal por ello? Yo creo que, salvando algunas distancias, no tanto.
Pero, ¿y si esa tribu en vez de asumir libremente los principios y comportamientos los impone desde un núcleo de poder?
La búsqueda de la verdad
Un razonamiento equilibrado sobre la realidad que nos rodea nos permitirá la victoria de la duda sobre la «verdad«. Entre las grietas de esa verdad, que está bajo permanentemente bajo sospecha entre posverdades y mentiras, se hace cada vez más difícil de encontrar para poder sacar nuestras propias conclusiones.
Y frente esas dudas creamos nuestras propias verdades, las amoldamos a nuestra forma de pensar, mediatizada sin remedio por las ideologías y afinidades emocionales que perdonan lo imperdonable y evitan condenar lo condenable. Qué difícil es ser objetivo.
La gestión de la incertidumbre
Pero el hombre, en genérico, siente temores: a la falta de libertad, a la pérdida del sustento, a desconocer el sentido de su vida, miedo al más allá… y miedo al propio hombre.
Porque ahora mismo convivimos con el peor de todos los ingredientes del miedo: la incertidumbre. De cómo gestionarla en lo individual (nosotros) y lo colectivo (muy dependiente ahora de los gobernantes), dependerá cómo podremos controlar esa incertidumbre o sucumbir a ella. Desde luego, no nos lo están poniendo fácil.
En esta era de pandemia y confinamiento nuestra capacidad de decisión y acción, y por tanto de nuestra libertad, está más que limitada, reducida. No podemos hacer mucho, más bien nada más allá de obedecer.
Por eso necesitamos confiar en los gestores de la incertidumbre, porque si no, estamos perdidos. ¿Confías tú? Yo, dudo.
Conversaciones con Krizn
- Pablo, ahora tienes que escucharme. Quiero que me cuentes cómo ves el mundo y que hablemos de él, de vuestros principios y pensamientos y de tus contradicciones.
- ¿No sabes tanto de mí y de la Tierra? Tú sabrás.
- Sí sé mucho. Y no todos pensáis igual. Para que alguien te entienda debes conocerlo y hablar su lenguaje, o nunca te comprenderá. Sé por ejemplo que tus experiencias te han llevado a ser demasiado práctico, como a tantos, y anclar los pies en el suelo, como decís allí. No es malo que te cuestiones las cosas, ideas, principios y sobre todo esas afirmaciones biensonantes que vuestra sociedad acepta como correctas, únicas e incuestionables.
- Práctico y escéptico sí me he vuelto, eso es seguro.
Si quieres leer más, aquí Mis Conversaciones con Krizn
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