Pues no, no le caes bien a todo el mundo (marca personal en entornos hostiles)

caigo mal a los demás

Pues no, no le caes bien a todo el mundo. Son esas cosas que uno no quiere reconocer y, en casos más evidentes, no quiere asumir.

No le caes bien a todo el mundo, eso seguro. Y posiblemente ni siquiera a una mayoría. Qué le vamos a hacer. Así es la vida, así es la sociedad y así somos las personas. Jodidamente complejas incluso aquellas que aparentan no serlo.

No creo que la mayoría de las personas tengan la culpa de ser así, ni lo hagan expresamente. Pero los hay (vaya si los hay) que hacen esfuerzos a diario por serlo y además por dejarlo en evidencia. Qué le vamos a hacer.

Pero volvamos a ti, a las personas que no caen bien a todos. O sea, casi todas. Y sí, claro que me incluyo. Supongo.

Aunque tal vez, en ocasiones, sea porque no lo haces bien, porque no eres tan bueno como te crees, porque te falta empatía, porque tienes un lado poco amable, te pasas con las gracias, no eres simpático, o …. Vete a saber por qué. O bueno, quizás tú lo deberías saber mejor que nadie.

Cuando eso ocurre lo fácil es echarle la culpa a los demás. Serán los celos, será que te envidian, será que te ven como un competidor peligroso, porque no reconocen tus méritos o tus cosas buenas, será por la influencia de otrosSerá lo que será, pero la conclusión es que la culpa la tienen los demás.

Ahora se trata de que seas consciente de ello, que es de lo más difícil.

Porque lo primero es tomar conciencia ¿Podría ser porque igual lo merezco o pudiera ser que están todos equivocados? Este punto es crítico, muy crítico, tan crítico como los que te critican.

¿Estoy seguro de una cosa o de otra? Uf, mal asunto, no puedes saberlo con certeza… Salvo que lo preguntes. Pero ¿A quién le pregunto? Y más de nota aún… Que levante la mano quien reconozca que no le importaría que gente de su entorno, que conoce y que piensa que le aprecian, le dijera tranquilamente: «pues sí, ya que lo preguntas… no me caes bien por esto o por lo otro». Se llama feedback y tiene un peligro enorme, aunque te digan lo contrario.

Pero vamos a suponer, que es mucho suponer, que recibas ese feedback. Entonces llega el punto 3. Si el anterior ya indicaba peligro este es de puro terror, ¿o más que terror podría ser valentía?: deberás asumir que algo tendrás que cambiar.

Sí, cambiar. Sí, a tu edad, tú qué pensabas que eras una persona guay, respetada y ajena a la metralla crítica de los demás. ¡Dios! ¿Por dónde empiezo?

Vale, podrías intentar cambiar, pero eso supone renunciar a tu forma de ser, dar la razón a los demás, esos que no han sido pacientes contigo, aceptar comportamientos negativos con los que seguramente no estás de acuerdo, parecer débil… Y entonces resuenan algunos estribillos de canciones que seguro te suenan:

Soy así, qué le voy a hacer….

Yo soy así, no cambiaré…

Qué sabe nadie…

No vine aquí para hacer amigos…

Y te lo replanteas, y haces bien joder. Claro que haces bien. ¿Por qué ceder, por qué asumir que has perdido? ¿Porqué cambiar si eres como eres y no te sientes mal por ello? Pero bueno, no te sientas mal, ni raro, ni problemático, ni conflictivo. No hay nada malo en todo esto.

¡Faltaría más!

¡Que les den!

Así que no te precipites en tomar una decisión salomónica porque, aunque no lo parezca, los demás no siempre son lo más importante. Ni siquiera la mayoría tiene por qué tener la razón. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Todo depende de lo que tú quieras o lo que necesites para estar mejor, sentirte mejor.

¿Repasamos a Maslow? (Que para eso está): Cubrir tus necesidades básicas, tener seguridad, estar socialmente integradoz ser reconocido y valorado, autorrealizarte... Así que analiza y decide.

Tanto si optas por ceder, como si optas por no hacerlo, no debes concluir que has perdido, sino que has ganado.

¿Es así de fácil? No, ni de coña, pero es el camino.

Si lo tienes claro, adelante. Si no lo tienes claro, no hagas nada hasta tenerlo. Y, visto así, no debe ser tan complicado.

Pero ojo, la soledad no suele ser la mejor decisión frente a tu autenticidad (no seré yo quien diga que «más vale solo que mal acompañado»). Hagas lo que hagas, deberás saber con quién celebrar tu victoria. Y que esa persona y ese momento te hagan más feliz que no hacerlo.

Así que… ¡Les den!


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