Razón contra emoción: hay batalla

Emocion

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Engáñate y olvida

A mí también me pasa, ese eterno conflicto en mi mente cuando debo tomar una decisión. A veces simple, a veces compleja; pero siempre ocurre igual. Y no, no soy un desequilibrado emocional, o al menos eso creo.

El mal llamado equilibrio emocional no consiste en victorias o derrotas entre imposiciones racionales y emocionales, ni en la represión de cualquier de ellas, sino en el equilibrio entre nuestros sentimientos y percepciones y nuestro razonamiento. Bendito equilibrio, ¿no?

Es cierto que nada nos hace sentir tan humanos como las emociones; tan humanos y tan dependientes. Cuando un sentimiento poderoso nos invade, y ocupa casi todo el espacio de nuestra mente, consume buena parte de nuestro tiempo. Si ese sentimiento es indeseable solo hay una forma rápida de eliminarlo, de sacarlo de nuestra mente, y es con otra emoción, otro sentimiento más fuerte e incompatible con el que queremos desterrar.

Con el paso del tiempo hasta los sentimientos más fuertes se desvanecen, aunque a corto y medio plazo, en la mayoría de las ocasiones de la vida, solo las mismas emociones tienen capacidad para superarse a sí mismas. ¿O acaso la mejor forma de superar una crisis amorosa no es enamorarse de nuevo?

Vale, y entonces, ¿para qué sirve la razón? ¿Es parte del pasado? Con frecuencia la enfrentamos con los sentimientos y, sin embargo, a veces admitimos que no hay nada tan poderoso como ellos. Solemos enfatizar el valor de la primera decisión.

Algunas personas confieren superioridad a la razón porque creen que imponerla sobre los sentimientos es un síntoma de sentido común, de madurez y de equilibrio personal. Muchos la utilizamos para combatir los sentimientos cuando son negativos, pero no siempre nos percatamos de que esa misma falta de deseo, de instinto emocional positivo, tiene también mucho de sentimiento, y ya da igual si la justificamos con argumentos racionales.

Es decir, muchas veces mentimos y nos engañamos a nosotros mismos al justificar racionalmente lo que en realidad estamos haciendo por razones emocionales.  Suele funcionar, y esto me ayudó a comprender mejor muchas cosas.

Razón jaque a emoción

Todo esto puede significar que la razón, aunque lo pretenda, no siempre sirve para combatir las emociones indeseables o negativas.

Ocurre con mucha frecuencia en la vida. Un buen planteamiento basado en la razón puede acabar con un sentimiento si no consigue crear otro sentimiento más fuerte e incompatible con el que se quiere eliminar.

Tal vez sea esa la clave.

Quitamos una emoción poniendo otra más fuerte que la suplante y es por eso que solemos hablar más de cambiar nuestros sentimientos que de anularlos, vaciando nuestra mente de emociones que nos afectan negativamente.

No es que debamos imponer la razón a los sentimientos, sino que utilizamos nuestro estado de ánimo para cambiarlos y las consecuencias que en nosotros provocan. Somos buscadores de placer.

A veces nos sentimos bien hasta que conseguimos convencernos de que nuestro sentimiento es normal, aceptable, porque tiene una base racional. O hasta que, razonando, generamos una nueva emoción ajustada a nuestra lógica tal y como vemos y juzgamos las cosas. Así cuando sientas que te has portado mal con alguien te podrás consolar pensando que esta persona quizás lo ha hecho él antes contigo.

En ambos casos el resultado viene a ser que el estado emocional negativo va desapareciendo.

Para que el equilibrio conseguido se traduzca en bienestar los sentimientos tienen que ser positivos, porque los negativos, como la frustración, la envidia o el odio, aunque sean justificados, pueden ser inevitables, y pocas veces son reconfortantes para quien los experimenta. Aun así, pienso que ayudan a canalizar la frustración durante un tiempo.

Es cierto que la razón puede ayudarnos a ver las cosas de otra manera y ayudarnos a regular nuestras emociones, y puedes pensar que la situación no es para tanto, que no vale la pena reaccionar de esa manera. Yo intento utilizar la razón frente a los estados negativos, pensar en frío. Pero eso puede convertirnos en personas frías, sin sentimientos y, sinceramente, a veces me sienta bien lo contrario. Tengo la sangre caliente.

Muchas personas se han vuelto frías al haber sufrido daños emocionales; se sienten mejor al evitar sentimientos. Pero a la gente este tipo de personas no les gusta, no los entienden. Piensan que no tienen sentimientos, que no sufren y, por lo tanto, no entienden el sufrimiento de los demás. Sea como sea, la razón pone en jaque a la emoción.

Corazón traiciona a razón

Hay mucha literatura y muchas canciones sobre hacer caso al corazón y no a la razón. Yo qué quieres que te diga, suena muy bien y muy romántico, aunque no sé si lo veo.

Si la razón no se activa, y con ella el espíritu autocrítico, entonces el interruptor el proceso de las decisiones queda en manos de las sensaciones, las emociones. Y entonces el daño puede ser irreparable. Pero también es cierto que si el resultado es positivo se disfruta más.

No nos engañemos, el corazón, nuestro cuerpo emocional, suele traicionarnos. Hemos de separar en qué momento debemos aplicarlo, medir las consecuencias y valorar la probabilidad de acierto. Pero es que hay gente que siempre falla, una y otra vez. Y claro, como era el corazón no podía decirle que no, acaban con el corazón roto. Traición.

Las comparaciones son malas consejeras. Lo que es bueno para otros no tiene porqué serlo para ti. Tienes que ver qué es lo que más te conviene según tus experiencias. El tiempo vivido no debe caer en el olvido.

¿Cómo vas de equilibrio emocional?

De esto y de otras muchas michas contradicciones más de la vida hablaba con Krizn en “Mis conversaciones con Krizn sobre las tonterías de la vida y la puta realidad”

*Ignacio Morgado

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