Miedo a hablar en público (1): conocerlo

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Si tienes miedo a hablar en público

Es normal que tengas miedo a hablar en público. Más o menos, salvo que tengas amplia experiencia y seas docente habitual o un buen comercial, te enfrentas a un miedo a hablar en público, a veces racional y a veces emocional, pero al fin y al cabo miedo.

Vamos a intentar por fases conocer cómo funciona este miedo, de dónde parte, dónde se aloja y cómo se activa.

Comprenderlo es el primer paso para superarlo.

Tras más de tres mil horas de docencia y muchas otras de observación y aprendizaje, llevo tiempo investigando el miedo a hablar en público desde una visión un tanto personal. Pura curiosidad.

Hablar en público no es necesariamente una conferencia ante cientos de personas. Es también tu comportamiento en una conversación, ante una presentación informal, una reunión… es todo proceso de comunicación y por lo tanto uno de los mayores generadores de marca personal. Una marca personal miedosa o nerviosa, que elude la posibilidad de opinión, por lo tanto de visibilidad y notoriedad, es difícilmente generadora de confianza. Y esto me ha llevado mucho tiempo de leer,observar, analizar y escribir.

Parte de todo este trabajo sobre comunicación personal se publicó en el libro Cómo Ser Una Persona influyente (manual para el comunicador total) y otra parte está siempre en continuo desarrollo.

En tres partes publicaré (esta es la primera) mi idea de cómo surge el miedo la fobia a hablar en público y trucos para combatirlo.

El cerebro triuno.

El cerebro humano ha tenido un desarrollo un tanto particular. No es esa máquina perfecta que a veces hemos entendido, sino que más allá de esa perfección se esconde un desarrollo evolutivo por capas, de manera que una tras otra han ido aportando cualidades del propio desarrollo de los seres vivos sobre la Tierra.

Cuando en 1952 Paul McLean lanzó su teoría del triple cerebro o cerebro triuno, el debate que generaba no era ya esta separación por partes, sino lo que realmente aportaba era la separación entre intelecto y emociones.

para conocer entonces el origen del miedo a hablar en público nos vamos al interior del cerebro. Así el interior del cerebro, en su parte más primitiva, recibe el nombre de cerebro reptiliano. Desde él, y por medio del tallo cerebral, se regulan las funciones básicas de nuestro cuerpo, y por lo tanto aquellas de carácter autónomo. Son las claves de la supervivencia más primaria; la circulación, la digestión o la respiración. Pero también alberga las respuestas de tipo somático, motor, reacciones ante situaciones de peligro.

Si continuamos con la evolución de los seres vivos, la era de los reptiles dio paso a la de los mamíferos, y con él el desarrollo de la nueva capa cerebral: el sistema límbico o cerebro emocional, donde se alberga la capacidad de sentir las reacciones emocionales, entre ellas el miedo, el aprendizaje, la integración con el entorno o la conducta.

La amígdala, la alarma

Al profundizar sobre el miedo descubrimos que tiene su origen neurológico en una zona llamada amígdala, con forma de almendra. Esta pequeña concentración de neuronas es la que activa una señal de alarma ante situaciones de estrés o de peligro.

La última capa se llama neocórtex, un nuevo cerebro, más moderno evolutivamente, que recubre el anterior. En esta nueva corteza se encuentran los procesos mentales humanos, aquellos que, en cierto modo, regulan las reacciones ante los estímulos recibidos en las capas más arcaicas de nuestro cerebro.

Ahí se desarrolla tanto el pensamiento analógico o racional como el creativo, argumento clave para el concepto de Inteligencia Emocional.

¿Cómo circula el miedo por nuestro cuerpo?

miedo a hablar en públicoEl miedo a hablar en público se activa cuando entramos en escena. Miramos a las personas que van a escucharnos, oteamos el entorno, las luces, la mesa, el ordenador, hay silencio. Hemos activado nuestros sentidos y a través de ellos enviamos un mensaje a nuestro cerebro sobre los potenciales peligros.

Ahora entendemos para qué servían y cómo funcionaban; el miedo y el instinto de supervivencia del mundo animal.

Este mensaje de alerta llega a nuestro cerebro reptiliano, el que regula los sentidos primarios, lo que activa la amígdala. ¿Y qué hace entonces la amígdala? Reacciona enviando mensajes de respuesta física y reacción al cuerpo. La reacción no es de afrontar la causa de la alarma, sino de esquivarla. Estamos programados para mantenernos en la comodidad, en nuestra zona de confort.

Entra entonces en juego el neocórtex, nuestro cerebro más social. Ahí la situación sensorial es procesada en función de nuestra personalidad, experiencia y conocimiento para establecer la forma en la que reaccionar.

Si no encuentra esa forma de reaccionar, se altera la respiración, comienza la sudoración de las manos, nos tiemblan las piernas. Ha llegado el pánico, la falta de control. Queremos huir pero estamos paralizados.

¿Cómo podemos evitar esta reacción?

Si no actuamos contra este tipo de situaciones, aprendemos a afrontarlas y a regular las señales de miedo recibidas por nuestro cerebro, éste se acostumbra a la resistencia, lo que nos introduce en un peligroso escenario sin control de reacciones temerosas. La amígdala, debido a su componente neuronal, aprende y memoriza las experiencias que la ansiedad genera en nosotros. Si no actúas, el miedo genera miedo.

Pero esto no es todo; uno de los grandes descubrimientos neurológicos hace referencia a la capacidad de aprendizaje; la neuroplasticidad cerebral, que se define como la propiedad que tienen las neuronas de comunicarse, puede modular la percepción que generan los estímulos del miedo. Esto es, podemos aprender a dominarlo.

Próximo post: Los síntomas

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